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Delitos a largo plazo

Publicado: 2011-04-25

Jake Arnott (Mondadori, 427 páginas)

Publicada originalmente en 1999 y editada en español diez años después, se encuentra disponible en Lima esta novela, la primera de la ya célebre –en otras latitudes– trilogía del inglés Jake Arnott que cuenta con Harry Starks como protagonista. ¿Harry qué? Cito a Rodrigo Fresán: “Conozcan a HS, descendiente más o menos directo de Jack el Destripador y Mr. Hyde (esos monstruos primordiales del Imperio), libre pero fielmente inspirado en la sangrienta y bestial leyenda del gángster fashionista y paranoico-esquizofrénico Ronnie Kray”. Starks no es un loco asesino. Es decir, sí lo es, y mucho, pero también es un empresario del hampa, un homosexual refinado y dominante, un socialité, un dandy y un “trepa” de exquisito gusto en plenos swinging sixties londinenses, una mente esplendente, un devoto bipolar de Judy Garland, uno que goza mucho infligiendo dolor a quienes lo merecen o lo requieren para tener claro quién manda. Un libro que le siga el ritmo ¿promete o no?

El consuelo de ignorar muchas cosas es que, teóricamente, tienes por descubrir muchas cosas. Ya con el libro en la mano, tuve un problema de entrada, pues tan recomendado estaba y tan buena es la portada (con foto de los hermanos Kray, célebres delincuentes británicos en quienes estaría inspirada esta fábula), que me jode el título infame, cuando el original es The long firm. Salvado este subjetivo escollo, me encontré de frente con Starks, seccionado biográficamente en cinco partes, que van principalmente desde la plenitud de su carrera delictiva (sesentas), hasta su caída (setentas) y posterior redención (albores de los ochentas). Este acercamiento al protagonista en realidad son los acercamientos, y constituyen, junto con la perfecta ambientación y el propio Starks, el gran atractivo del libro: se trata de varias historias autoconcluyentes, con valor autónomo, pero que componen el retrato (y el gran relato) con elegancia. Bien ahí. Si la novela fuese una película (en realidad, es muy cinematográfica; la BBC ya hizo una miniserie), si compitiese por el Oscar y si ese premio no fuera un ensarte, ganaría, por lo menos, el de dirección de arte, y tendría posibilidades con el de actor principal, actor y actriz secundarios, guion, montaje y, como seguramente contaría con un estupendo soundtrack, pues también ese.

El autor le da voz narrativa a cinco personajes, satélites de Harry: un taxi boy despabilado que termina conociendo demasiado profundamente a su mentor; un viejo lord, decadente y mañoso, que debe pagar caros los favores de su amigo; Jack the Hat, un faite adicto a las anfetas y a meterse en problemas; un seductor aborto de diva de Hollywood devenida en socia y traidora; y, un sociólogo jipi fascinado con Harry, lo que, está claro, solo lo meterá en problemas. Son novelas breves con su propio narrador, ritmo y punto de vista. Puestos a elegir, resulta muy difícil decidir por una: ¿el diario de Lord Thursby? ¿La narración gatuna y a la vez precisa de Ruby Ryder? ¿El descontrol de Jack, prefiguración de los skinheads? ¿El nerd que ve caer toda su teoría –en el furor de las nuevas teorías– para comprar una epifanía ultraviolenta? Distintas y afines, reunidas en la noche londinense que definía el pulso y la estética de la década, pero en la penumbra, con sus estrellas apagadas, ángeles caídos, sodomitas, drogadictos, perversos, asesinos y genios, cuyo anfitrión, el terrible y fascinante Harry, parece obrar sobre todo y sobre todos, el gran titiritero, sofisticado y brutal.

Ya, pero ¿qué pasa con el libro en su conjunto? ¿Es como para comparar a Jake Arnott, su autor, como han hecho algunos, con Ellroy y Tarantino, por más extraño que resulte combinar ambos referentes? Respondo con respeto por quienes piensan así que no estoy de acuerdo, que los entiendo, pero que en serio esto poco tiene que ver con la salvaje aplanadora que es el primero, y la intensidad expresiva y delirante del segundo. Pero lo comprendo, como que se podría agregar, por poner otro par de ejemplos, a Irvine Welsh o a Guy Ritchie. Pero pasa que lo de Arnott es otra cosa, otros son sus referentes, su estética, sus tratamientos y sus intenciones. Me llama la atención ese afán vinculador: la idea, creo, es destacar con una voz y un universo propios, y lo logrado por Arnott resulta bueno por sí solo. Hay quienes hablan de gay noir.  A mí me parece bueno, no extraordinario. Engancha desde la primera línea y provoca leer las siguientes entregas, Canciones de sangre (disponible en español, unos pocos ejemplares en Perú, lo mismo que Delitos de largo plazo, en la cadena Íbero) y Crímenes de película. Sé que Harry interviene de manera esporádica en la segunda y hace su reentré en la última.

Esta novela es el segundo disparo de los ya varios dados por la serie Roja&Negra de Mondadori, como es obvio, dedicada al policial duro, y dirigida y reseñada por el ya mencionado y ubicuo Fresán. En la web, que está buena, el lector podrá encontrar una entrevista a Arnott.

PVP (repito, en Íbero): 35 soles.

Si quiere hojear la primera historia, la aventuras de Terry, el flete osado, machuque aquí mismo.

PS: Acabo de volver del nuevo local de El virrey. Palmas magisteriales para el clan Sanseviero.

PS2: Con la muerte de Fernando Fuenzalida todos nos quedamos un poco más solos. Los que lo conocieron y los que no.

Próximo libro:

Estación final, de Hugo Coya.


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Santo Oficio

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