Todo arrasado, todo quemado
Wells Tower (Seix Barral, 267 páginas)
Todo arrasado, todo quemado es para mí la revelación de este brevísimo pero feliz verano. Son nueve relatos estupendos, impecables, reunidos en un libro redondo. Pido que se tomen los adjetivos con fe en que estoy tratando de ser lo más preciso posible. Podría añadir, siempre literalmente, extraordinarios, sorprendentes, cautivadores e, incluso, perfectos. Ya en la solapa del libro se leen elogios tan generosos que provocan sospecha y hasta recelo. Pero a medida que se pasan las páginas, solo unas cuantas, te das cuenta de que se trata de un libro en verdad especial, de esos que aparecen cada tantos años. Luego, mirando un poco en la web, resulta que sí, que el público, pero sobre todo la crítica de todo el mundo, ha celebrado este primer título de Tower como un acontecimiento. No es, en todo caso, solo marketing. Pasa que no quieres que se acabe, que cuesta dejarlo. Es bueno saber que aunque sea de vez en cuando los demás y uno estamos de acuerdo.
Son nueve fotos de la América salvaje, tanto la que se siente a gusto ambientada en espacios silvestres (¿será cierto que en Estados Unidos escriben el libro del conflicto del hombre con la naturaleza –sometido o sometiéndola, naturaleza en todo sentido–?), como la protagonizada por hombres y mujeres a quienes nadie convidó del sueño americano, ese barniz brillante y artificioso que no parece dejar de agrietarse: los personajes de Tower están solos hasta la náusea, no triunfaron. Desean, añoran, extrañan todos los días. Lo del autor es la poesía de la Norteamérica que pintó Hopper, y que narraron Hemingway, Flannery O’Connor, Cheever, Johnson, y, sobre todo, Carver, el padrino más reconocible de nuestro autor.
Los estadounidenses son maestros del cuento largo. Tower, en la tradición mencionada, no recurre a grandes crisis explosivas, sino que los suyos son como mini novelas donde no hay inicios ni finales, solo cotidianidad rabiosamente elocuente. Esto es quizá lo más fascinante, su capacidad de sorprender o extrañar a partir de situaciones reconocibles, donde todo encaja, donde nada es gratuito. No suena a trabajo de relojería, pero cada personaje, acción y situación está ahí por algo, aunque no se distinga la razón. No parecen, pero sus relatos son precisos, afilados y peligrosos como gilletes.
Y como quiero recordarlos pero no malograrle a nadie la lectura, van como para mí los microresúmenes: “La costa marrón”: un tipo va a la miserable casa de playa de un tío, conoce a una pareja, encuentra un pez fascinante y lo pone en una pecera. “Retiro”: un tipo exiliado en las montañas invita a su hermano a pasar una temporada con él. Relación complicada. Salen de caza. “Ejecutores de energías importantes”: un tipo se reencuentra con su padre, que tiene problemas neurológicos, y con su esposa, y con un desconocido se van a cenar. “A través del valle”: un tipo va en auto a recoger a su hija y al sujeto que se terminó yendo con su mujer, que está herido. “Leopardo”: un niño maltratado por su padrastro va a recoger el correo. ¿Hay una fiera suelta? “El ojo tras la puerta”: un viejo se muda con su hija triste. Cruza la pista porque quiere prevenir/conocer a una puta, que no es tal. “La América salvaje”: una muchacha está aburrida, harta de una prima que envidia, sale en busca de acción, y encuentra a un tipo. “En la feria”: los personajes reunidos allí: el niño hermoso y dañado, la madre soltera desesperada, el abusador, el ocioso, el siniestro, el que aún tiene esperanza. La feria que no brilla pero que palpita de tensión. Y, por último, “Todo arrasado, todo quemado”: un tipo (un vikingo) se halla harto de muchas cosas. Ya no está para salvajadas.
Este libro cuesta 89 soles que les aseguro que no se arrepentirán de invertir. Pueden incluso desear releerlo de inmediato.
Casi todo
Como dije ya, se trata del primer libro de Wells Tower, un escritor canadiense de nombre raro afincado en EEUU que tiene mi edad. Este dato resultaría irrelevante, de no ser porque me recuerda algo que dijo mi mujer hace tiempo, saliendo de ver Inglourious bastards. Fue como “Qué triste se debe sentir cualquier director de cine después de ver esta película”. De acuerdo. Por alguna razón difícil de explicar pero fácil de entender, la lectura de este libro, más allá del inmenso placer que me ha provocado, con el plus de la contemporaneidad del autor pasa para mí de ser irrelevante a inquietante. ¿Tiene sentido siquiera pensar en escribir algo? ¿Es necesario contar cuando casi todo ya lo está, y bien escrito? Creo que la respuesta tiene que hallarse en ese casi, en mirar hacia afuera y después hacia adentro, y ver si se encuentra, honestamente, un espacio en ese resquicio. Es decir, si no se tiene nada bueno que decir, es mejor quedarse callado.
Libros que viajan
Supongo que medio aburrido, mi amigo Paco le pregunta a un conocido periodista y escritor (vamos, Ampuero) qué estaba leyendo, y este le dijo que el libro de Tower. Paco tomó nota del dato, compró el libro, lo leyó, y la noche del día que lo terminó sucedió que nos vimos luego de mucho tiempo, con más buenos viejos amigos. En un momento Teo pregunta qué estábamos leyendo, y Paco busca el libro y se lo da. Se lo presta sin mayores comentarios. Lo hace por desprendimiento automático, por cariño a una persona muy querida a la que le deseas cosas buenas, y porque es el maestro Miyagi. Tomo nota del dato, me compro el libro y sin terminar de leerlo se lo recomiendo a algunos amigos. El Barón Von Neyra ya lo liquidó, agradecido.
Yo, que leo más lento, lo acabo con una velita, en una cabaña en Poémape, cerca a San Pedro de Lloc. Mi familia completa duerme a mi lado. Soplo. Me duermo con el olor de los espacios abiertos y con las olas que revientan solo unos pasos afuera.
El libro termina con el relato del vikingo, que da nombre al libro. Pienso, ya dormido, que ese mar es otro y también es el mismo de Harald.
Próximo libro:
La justicia de Selb, de Bernhard Schlink y Walter Popp