Quién fuera Dios
Tibor Fischer (Tusquets. 289 páginas)
De arranque voy a decir que no recuerdo cuándo fue la última vez que me he reído tanto con un libro. Por si fuera poco, Quién fuera Dios no es solo una novela chistosísima, lo que uno espera recibir cuando compra humor inglés en cualquier formato. Es sencillamente buena: me ha hecho reír –hasta la lágrima–, pero también pensar (estuve a punto de decir reflexionar, pero no), conmoverme, compartir con un narrador químicamente puro, disfrutarla en su conjunto. No es una obra mayor, por suerte. Me felicito por haberla escogido, adquirido y leído.
Casi desde la primera página, la novela coge altura de crucero y se queda ahí hasta el aterrizaje final: Tyndale Corbett, el narrador y protagonista, es un cuarentón sin empleo desde hace un rato, divorciado, sin rumbo y evidentemente deprimido, que personifica casi un lugar común (da lástima, pero es más común de lo que nos haría suponer el cliché). En una de esas, un viejo amigo le propone viajar a Miami y suplirlo durante una convención comercial. A partir de ese momento, comienza un carnaval en la vida del narrador (una revolución de la realidad y del orden de las cosas). Tyndale va, tarjeta de crédito en mano, y se pasa unos días delirantes con unos personajes ad hoc. Y lo hace tan bien, y tiene tan poco que perder en la orilla habitual de su existencia, que decide mandar todo al cacho y quedarse en ese paraíso kitsch y tropical.
Pero... ¿cómo seguir gozando de la hasta entonces negada diversión? ¿Cómo sufragar los gastos de su nuevo yo en guayabera? Tyndale decide que ya tuvo suficiente de mediocridad, cobrarle a la vida lo que le debe y aspirar alto. De hecho, decide ser Dios, o por lo menos convencer a los miamenses de que lo es. De esta forma da con la Iglesia del Cristo Fuertemente Armado, donde llega a reemplazar al cura y comienza así su escalada de enriquecimiento y divinidad. Sin embargo, observa que para captar una buena feligresía, una verdadera legión de gente confundida dispuesta a brindarle pleitesía y dólares, debe obrar un milagro. Resucitar, por ejemplo.
Nuestro héroe, por supuesto, inicia su carrera celestial acompañado de una deliciosa caterva de impresentables: una pareja de dj subnormales que candidatean a gánsteres; un mafioso encantador; el hombre más feo del mundo; el casero cubano que lava dinero con elegancia; el cura (el gran hierofante), un ex marine lleno de sabio vigor; la platónica Gulin, y muchísimos otros que entran y salen del cuento, como figuritas de un álbum rocambolesco e inolvidable. Pero, para mí, lo mejor de Quién fuera Dios no son los personajes, las situaciones disparatadas, la biografía del protagonista o las paradojas entre las que se desarrolla la historia, sino la voz y la mirada de Tyndale, y su capacidad para darle vida y honestidad a todo: el hombre es del ala dura del humor negro, un cínico corrosivo… pero no solo eso. No le basta ser divertido y sarcástico, sino que a) piensa: puede descolocarte cada tantas páginas con una reflexión genial, de esas que hacen que te vuelvas a preguntar los axiomas; y b) siente: es el nihilista más bueno del mundo, que conoce y se mueve entre los límites de su propia moral. Es tan buena la narración “introspectiva” de la historia, que incluso llega a obstruir un poco el relato de lo que sucede “afuera”.
Si Tyndale es lo mejor del libro, lo peor es su traducción, ruidosamente castiza. Tanto que ya ni tiene sentido fastidiarse, solo queda dejarse llevar. Mal que bien la traductora hizo el intento de sonar “familiar”. La verdad es que solo se lo perdono porque el libro se te va entre los dedos de inmediato.
Esto es lo primero que leo de Tibor Fischer (1959), de los más jóvenes representantes de la famosa generación-dream team británica, representada por Julian Barnes, Salman Rushdie, Martin Amis, Ian McEwan, William Boyd, Hanif Kureishi, Kazuo Ishiguro, Nick Hornby e Irvine Welsh. Recomiendan Bajo el culo del sapo y Filosofía a mano armada, también en Tusquets.
¿Y cómo hace uno para enterarse de la existencia de autores como Fischer? Supongo que de muchas maneras, pero como la prensa cultural local es, por decir lo menos, tela, y como no miro mucho nada en Internet, leo Babelia, el suplemento cultural (pero principalmente de libros y autores) que sale los sábados con El País. ¿Y cómo hace uno para adquirir un diario español? Va los lunes a la puerta del Haití y se lo compra a los canillas cosmopolitas que merodean por la zona. Yo llamo por teléfono a Lucho, y él me lo guarda. Hasta me lo lleva a la oficina. Diez luquitas.
Tengo que decir que por las mismas razones que explicarían la telez de la mencionada prensa, existen muy pocos ejemplares de este libro en Lima. De hecho, solo se pueden encontrar en La Tertulia, del Centro Cultural de la Católica (T 4220948), y en La Familia, de Diagonal (T 242 3900). Cuesta 78 soles. Le presto mi ejemplar a quien me lo pida, cuide y devuelva.
Quien quiera hojear unas paginillas del libro, descárguelas aquí.
Próximo libro:
Arthur & George, de Julian Barnes