Blanco nocturno
Ricardo Piglia (Anagrama. 299 páginas)
Piglia, ¿no? Bueno, a aquellos que saben de quién se trata, les recomiendo saltarse este párrafo. A los que no, les informo que el argentino Ricardo Piglia es una de las reses sagradas de la narrativa hispanoamericana contemporánea. Como casi todos los íconos culturales, tiene fans, hinchas envenenados de esnobismo y gente a la que le resulta sobrevalorado, complicado o, en el peor de los casos, aburrido. Creo que hay quienes lo consideran un escritor para escritores, lo que es una estupidez. Quizá pecando de simplista pero amparado en una premisa de este blog (precisamente, ser simple) diré que me parece un autor muy interesante, que es artífice de una obra coherente y sólida (consecuente), y que algunos libros suyos me han gustado muchísimo: los cuentos de La invasión; el ensayo Crítica y ficción; y, sobre todo, Plata quemada, una novelaza echada a perder en su versión cinematográfica, bajo la dirección de Marcelo Piñeyro. Otros mencionarían también Respiración artificial y Prisión perpetua. Repito: otros.
Ahora, Blanco nocturno, su esperadísima nueva novela, que de alguna manera concentra el rollo pigliano. Pero como esto es una reseña y no un ensayo, vamos primero a la historia, y de ahí, quizá, a las inferencias.
En resumen, Tony Durán, un dandy estadounidense de origen portorriqueño, se enreda con las gemelas Belladona en un casino de Atlantic City para, luego de vivir la vida loca, terminar con ellas en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Inicios de los setenta, un pueblo sin nombre, chico, luego infierno grande. El encanto de Durán despabila el lugar, lo suficiente para terminar acuchillado en su cuarto de hotel. El principal sospechoso es un nikkei afeminado, que el fiscal Cueto (un asco de tipo) se encarga de apresar de inmediato. El caso se cerraría de no ser por la tenacidad del comisario Croce, un policía rural con aptitudes casi sobrenaturales y fama de chiflado, y, bueno, por la aparición de una misteriosa confesión.
A partir de aquí la historia cambia –de eje, de tono, de ritmo, de personajes– y gira alrededor de los verdaderos móviles del crimen (que desenmascaran las bajezas de quienes detentan el poder económico y legal) y, principalmente, de la figura del hermano de las Belladona (que son chicas hermosas, y también alcaloides), Luca, un ingeniero-inventor poseído por una fiebre de rencor y tenacidad a la que no le queda más que entregarse como un mártir. Esto es todo cuanto puedo decir sin aguarle la lectura a nadie.
Ahora, comentarios y conjeturas. Ya dije que Blanco nocturno un poco que compendia al autor: en esta “ficción paranoica” de desarrolla una situación casi policial, heterodoxamente negra; cuenta con la presencia de Emilio Renzi, alter ego del autor; tiene un toque de crónica periodística, que dispone lo narrado como si se tratase de un hecho real (las muchas notas al pie apoyan esto); las referencias a su propio universo literario; el intento permanente de acercarse a la verdad verdadera, y no solo a versiones de esta, la mayoría de veces distorsionadas por el egoísmo o la necedad humanas.
Todo esto se presenta como un conjunto de dicotomías, de parejas de conflictos que alimentan la estructura de la obra, comenzando por su título. Está el ya mencionado enfrentamiento veracidad/falsedad, al que se pueden sumar vida/muerte; civilización/barbarie; honestidad/engaño, provecho propio; sensatez/locura; intuición/tecnología; etc. En esta búsqueda de lo cierto todo resulta engañoso. Tenemos, además, un abanico de focalizaciones y líneas narrativas independientes (el narrador omnisciente, Renzi, las confesiones que le hace Sofía B, las ideas de Croce, Luca B, Schultz, la prensa) que ensanchan el relato de manera sorprendente: la novela es y no es sobre lo que pensábamos. Es y no es la misma novela. ¿Qué es lo que se busca revelar aquí? ¿Un crimen o la podredumbre moral y social?
Todo se encuentra expuesto con sutileza e inteligencia por un narrador muy experimentado que, sin embargo, no hace alarde de su talento: es económico, preciso. Da gusto leer a Piglia, hasta cuando la pifia, cuando se pone un poco lento, o cuando se mete demasiado en la trama. Es un autor “serio”, que hay que leer con cuidado, paladeándolo, independientemente de lo importante e influyente que sea. Su maestría nos regala, entre otras, tres escenas memorables: la carrera de caballos, la confesión del jockey y el juicio.
Blanco nocturno está a la venta en El virrey, La casa verde y Época (Océano no distribuye su material en Crisol). Cuesta 102 soles. En Buenos Aires pagué exactamente la mitad por él, pero por algún motivo no se importan los libros que Anagrama imprime en Argentina (que, acabo de decirlo, son más baratos). Todo aquel que quiera saber si un título de Anagrama está en Lima, solo tiene que llamar al 223 0800, de preferencia en las mañanas.
Pueden descargar el PDF con las primeras páginas aquí.
PS: Agradezco muchísimo los comentarios recibidos. De paso anuncio que el blog tiene un sitio en Facebook. Los que quieran, clican en “Me gusta” y recibirán los anuncios y novedades que les depare. El destino.
Próximo libro:
Quién fuera Dios, de Tibor Fischer